
SOCIEDAD E INGENIERÍA
El ejercicio de la ingeniería es inseparable de la historia de la humanidad. Desde la solución primitiva a los desafíos de la intemperie mediante la adecuación de abrigos naturales, hasta la complejidad desafiante de las estaciones espaciales que servirán de plataforma para conquistar las estrellas, la presencia de formas organizadas de solución a los problemas materiales del bienestar de la sociedad constituye una componente sustancial de la actividad humana.
Con expresiones extendidas por todo el planeta, más familiares las del hemisferio occidental, pero extraordinariamente importantes por su relación con la civilización las de las sociedades orientales; los logros humanos en materia de adecuación de tierras para atender las necesidades alimenticias de la sociedad, la construcción de vías terrestres, canales navegables y medios de transporte que hicieron posible las primeras expresiones de globalización, los edificios que sirvieron para alojar emperadores y reyes – vivos y muertos – se muestran como testimonios de la irrevocable decisión humana de adecuar, modificar y completar el paisaje natural mediante la construcción de objetos.
Por supuesto, las expresiones de la sociedad a través de sus obras de ingeniería deben entenderse en relación con el contexto socioeconómico, científico, tecnológico y cultural dentro del cual se desarrollan. Es cierto que los conceptos básicos de la ciencia aplicada y las apropiaciones tecnológicas que conforman el fundamento operativo de la ingeniería hacen parte de un conjunto de características aceptadas como universales, pero los actores y el escenario de aplicación y desarrollo de la ingeniería no puede excluir válidamente las condiciones reinantes en la sociedad.
Así, las antiguas sociedades orientales, asentadas sobre enormes territorios para cuyo dominio se precisaron notables proyectos de desarrollo hidráulico, acudieron a formas de gobierno, hoy reconocidas como despóticas, creando modelos de ejercicio excluyente del poder y férreos controles sobre la sociedad, necesarios para administrar, entre otros importantes asuntos de estado, la construcción de intrincadas redes de canales, puertos, soportes de navegación y acueductos. Mientras tanto, en occidente, los objetos construidos por la ingeniería recuerdan el ascenso y caída de imperios, son el testimonio de las revoluciones sociales, políticas y económicas, con su secuela de relevos en las formas de organización social; dan noticia sobre las guerras que han acompañado a la humanidad en todas las épocas y hablan de los ingenios, fortificaciones, máquinas y modelos estratégicos de origen bélico, que trasladados en el tiempo, responden por buena parte del paisaje artificial del mundo.
Consecuente con su ejercicio vital en el mundo, la ingeniería ha tenido un importante papel en la historia regional y nacional y ha estado ligada – con variados grados de intensidad – al todavía inconcluso proyecto de construcción de nación. Confundida en sus orígenes con la ingeniería militar que exigían los tiempos de guerras de liberación, y dibujada en la historia alrededor de figuras como Francisco José de Caldas, Lino de Pombo, y Bernardo de Anillo, la ingeniería colombiana alcanza expresión académica, consolidada y con cierta identidad, en la segunda mitad del siglo XIX. No obstante, es importante recordar iniciativas como las que en 1768 orientaron la propuesta, por parte de Francisco Moreno y Escandón, de creación de una universidad pública en cuyo fundamento se encontraba la formación basada en la ciencia pero orientada hacia el ideal de lo práctico; para la época, una aceptable definición de ingeniería. La fundación, en 1814, de la academia de Ingenieros Militares de Medellín es un antecedente histórico notable que infortunadamente tuvo un impacto efímero.
Históricamente, la ingeniería civil – ligada con las matemáticas por fuertes vínculos conceptuales que acaso la caracterizaron indeleblemente – encabeza el espectro académico de la ingeniería en el país. Sus viejos vínculos con las fortificaciones y cañones se renuevan periódicamente en la agitada época de sobresaltos políticos y guerras civiles que caracterizan los últimos años del siglo XIX y los albores del XX en el país.
La Escuela Nacional de Minas de Medellín aparece como resultado de varios factores que impulsan y favorecen la educación en Ingeniería en Colombia. Estos incluyen la influencia de elites interesadas en promover el conocimiento científico y técnico y el crecimiento de la demanda de ingenieros como resultado de la consolidación de un gobierno con metas de modernización económica. La escuela es también una respuesta a las circunstancias del entorno regional. El crecimiento sostenido de la minería antioqueña, la necesidad de extensión de redes de transporte férreo, el comercio cafetero y la incipiente industria manufacturera de la región, generaron una especial demanda por ingenieros con mentalidad empresarial. La visión de quienes encontraron en la educación un vehículo para el progreso regional y nacional, sirvió de marco para el crecimiento regional y la aceptación social de los programas de la Escuela.
En la segunda mitad del siglo XX, las necesidades generadas por la industria y la especialización necesaria para atender los compromisos con la tecnología importada al país produjeron la separación de la ingeniería en ramas bien diferenciadas que incluyeron la eléctrica, la mecánica, y la relacionada con las ciencias agropecuarias. Así mismo, se consolidó el ejercicio de la ingeniería química y se crearon las condiciones para la organización académica de especialidades como ingeniería industrial, ingeniería de sistemas e ingeniería electrónica. Otros programas se desarrollan a la sobra de las especialidades mencionadas y son, de alguna manera, el puente con la expansión que caracterizará luego el ejercicio académico de la ingeniería en el país.
La práctica de la ingeniería en los países pobres debe enfrentar solventemente el doble reto de atender los compromisos tecnológicos y las exigencias de la globalización, mientras remedia las necesidades de infraestructura y servicios básico ausentes para una parte considerable de la población. La ingeniería representa la respuesta social a las necesidades materiales de soporte para el bienestar común y, en sus distintas especialidades, es además la conexión con el resultado de la investigación científica y los desarrollos tecnológicos, responsable de atender las crecientes exigencias de sostenibilidad ambiental racionalidad en el uso de los recursos y permanentemente expuesta a la creciente erosión moral que afecta principalmente el uso de los bienes públicos, de los cuales se nutren en buena parte los proyectos de ingeniería.
INGENIERÍA
La ingeniería es una de las máximas expresiones de divulgación de los desarrollos de la ciencia y la tecnología dentro de un contexto gobernado por las restricciones económicas, las exigencias ambientales y, desde luego, dentro de las limitaciones impuestas por el nivel general del sistema educativo, la calidad del gobierno y el bienestar de la sociedad. Como respuesta de la sociedad a las necesidades físicas del desarrollo, es mucho más que sus expresiones de cálculo, sus habilidades matemáticas o sus sofisticados instrumentos. En realidad, responde a un modelo de múltiples dimensiones cuyo efecto sobre la sociedad es de naturaleza compleja, dinámica e intrincada. A través de esa acción que consume recursos y moviliza prácticamente todas las formas de capital disponibles en los países, las sociedades construyen su identidad física, soporte de su identidad cultural y satisfacen las necesidades de infraestructura para respaldar los planes de desarrollo surgidos de las políticas públicas nacionales e internacionales.
Como la ingeniería es un factor clave del desarrollo, es muy importante que su calidad sea proporcional a las exigencias sociales. Los esfuerzos de la sociedad para la formación de ingenieros y la creación de una identidad en ingeniería deben verse compensados por resultados favorables para la inversión pública, la iniciativa privada y el fundamento material del desarrollo local, regional y nacional. Enfrentar además la competencia de la ingeniería extranjera exige niveles de preparación y desempeño adecuados para resistir el efecto de la apertura profesional; sin ocultar el compromiso con la calidad de vida de una porción considerable de la población en áreas como el suministro de agua potable, el saneamiento básico, la infraestructura de comunicaciones y el soporte físico e instrumental para la industria y el comercio.
Ciertamente, el desarrollo de la informática, la electrónica, la robótica y otras formas emergentes de tecnología, tienen su lugar dentro del mapa de necesidades y urgencias de la sociedad, particularmente en lo relacionado con elementos de inserción a la economía global, pero acaso el principal reto de la ingeniería sea proveer el soporte y los mecanismos para dotar a la sociedad de oportunidades de elegir bienes y servicios básicos. Solamente en un ambiente social donde sea posible ejercer la libertad de elegir será posible encontrar los rudimentos del desarrollo.
Las diferencias regionales, acentuadas dentro del mapa nacional siempre en detrimento de las áreas más vulnerables social y económicamente, deben ser atendidas por la ingeniería con criterios flexibles y creativos de nivelación para el desarrollo; considerando que procesos como la globalización, entendida como la construcción acelerada de redes de interactividad comercial, financiera, científica y tecnológica; han convertido en herramientas obsoletas los rígidos paradigmas del desarrollo vigentes que apenas hace dos décadas.
AVANCE
Una importante dimensión del desarrollo está representada por el incesante avance de la ciencia y la tecnología, esencia de la capacidad interna del sistema social para generar autónomamente impulsos de cambio capaces de provocar modificaciones cualitativas sensibles para la sociedad, superando la simple acumulación de conocimiento y progreso técnico, incorporada en maquinaria y equipos importados o resultante de transferencias internas de tecnología entre la casa matriz y las filiales de las transnacionales.
Las sociedades atrasadas requieren enormes esfuerzos para generar y utilizar nuevos conocimientos, para evitar la ampliación de una brecha que amenaza con eliminar las opciones de intervención como sujetos del cambio global, quedando reducidos a simples objetos, utilizables, disponibles o descartables en las prácticas del mercado. Los procesos de inserción de los países en los nuevos escenarios de la globalización, dentro de los cuales la ingeniería tiene una enorme importancia estratégica, pueden resultar traumáticos, tanto para los países considerados integralmente, como para sus territorios y regiones más débiles. Alcanzar niveles de desarrollo que sirvan a los intereses de la sociedad en su conjunto, reclama el abandono de los limitados modelos de la economía y el abuso de sus indicadores y urge la búsqueda de instrumentos de intervención en el sistema social que superen los esquemas y paradigmas a los cuales permanecen aferrados los actores del desarrollo, incluida por supuesto la ingeniería.
Para el efecto, se debe superar el desempeño profesional enmarcado por el modelo científico mecanicista y positivista, cantera de criterios reduccionistas a partir de los cuales se desconoce la naturaleza dinámica y compleja del desarrollo y se recurre a explicaciones monocausales, sometiendo a la sociedad – en lo técnico y en lo socioeconómico – a peligrosas secuencias de ensayo y error. El fortalecimiento de la capacidad de diseñar, a través de la ingeniería, soluciones complejas y multidimensionales para los problemas de la sociedad, permitirá superar la manía por la disyunción en la construcción del conocimiento, por culpa de la cual se privilegian la especialización, el aislamiento y la oposición sin discernimiento. El lastre del cartesianismo en la formación y practica de la ingeniería impide reconocer el todo como contenedor y articulador de las partes y no como la simple suma de ellas y, por supuesto, dificulta el pensamiento holístico y sistémico.
Cuando una región o territorio genera sinergia en la innovación, en la capacidad empresarial, y en el uso de la información, las empresas allí localizadas tienden a ser tecnológicamente “progresistas” y a adaptar las mejores prácticas disponibles. La construcción de sistemas y redes parece ser el mecanismo idóneo para crear y adaptar tecnología, mientras que la continua inversión en educación de calidad es el elemento clave para aumentar la capacidad de generación de conocimiento y progreso técnico, a través de la innovación, manifestada en nuevos productos, en la solución creativa de dificultades técnicas de fabricación, en la racionalización y sostenibilidad de los insumos y en el permanente mejoramiento de los procesos y las condiciones de trabajo.
La ingeniería es responsable por la consolidación de una forma de conocimiento esencial para el desarrollo local, regional y nacional pero poco apreciado en el discurso tecnológico. Se trata de la caracterización y reconocimiento, desde la perspectiva científica, del propio territorio, trascendiendo la simple descripción e inventario de recursos, para identificar las cadena de innovación y productividad creadora de riqueza y desarrollo que pueda construirse a partir de los recursos locales. La deuda científica y tecnológica por este concepto crece a medida que la formación de los ingenieros y el ejercicio de su profesión se distancian de las necesidades y oportunidades locales.
ESTRATEGIAS
Las estrategias de desarrollo, la apropiación de valores culturales y la identificación, valoración y empleo de los recursos locales, reclaman la presencia de una ingeniería dotada para enfrentar con solvencia las diversas transformaciones mundiales que se han acelerado durante las dos últimas década; particularmente dos de ellas que se destacan por su influencia en los destinos de cualquier nación y por los desafíos que plantean a la ingeniería.
La primera es la denominada revolución científico-tecnológica, resultante de la convergencia de la ciencia y la tecnología en una zona difusa en la cual la interacción es inmediata y muy dinámica, exigiendo de esta manera a los países que desean incursionar con vigor en la cadena de innovación y desarrollo con fines productivos la producción local de conocimiento científico.
La segunda es el desvanecimiento de las fronteras nacionales para la educación superior y, por supuesto, para la ingeniería y otros servicios de conocimiento especializado. La complejidad y creciente dinamismo de las formas de movilidad del conocimiento obliga a replantear problemas como el de la especialización y los estudios de postgrados sujetos al desplazamiento de los interesados y convierte en una figura de nostalgia el viejo problema de la fuga de cerebros y los costosos infructuosos intentos de repatriación. En cambio, cobra importancia la creación de grupos de investigación, identificados y reconocidos por su capacidad de generar conocimiento y propiciar el desarrollo para un contexto nacional o regional específico, convocar el talento disperso por el mundo y beneficiar a toda la sociedad con los efectos de la movilidad científica y tecnológica internacional.
Existe una serie de requisitos críticos que afrontan los procesos de vinculación de los programas universitarios de formación de ingenieros al sector productivo, dentro de los cuales uno de los más importantes es la definición misma, tanto de lo que se entiende por programa de ingeniería como de lo que significa sector productivo dentro del precario mapa económico nacional. Sin la precisión de las limitaciones y la identificación de las obstrucciones culturales, políticas y operativas, es muy difícil establecer mecanismos de cooperación ventajosos para las dos partes y fuente de valor agregado para la sociedad. Ciertamente, no es conveniente reducir los problemas de la vinculación a un solo factor explicativo, ni privilegiar un solo mecanismo de promoción de esa vinculación, sino que se precisa actuar simultáneamente sobre variables tales como la capacidad de gestión, el mercadeo de servicios, el desarrollo de procesos administrativos flexibles, efectivos e inteligentes y, en especial, sobre la construcción de la capacidad de formular y ejecutar conjuntamente proyectos tecnológicos.
Para atender este variopinto de responsabilidades y por contraste con la concepción de ingeniería sin compromiso social, simple modelo de conversión acrítica de manuales y procesos exitosos en otros contextos; se precisa una ingeniería con capacidad de lectura diacrónica de las necesidades y oportunidades de la sociedad a la cual sirve, con compromiso de recuperar el tiempo perdido para amplios sectores de la población y, al mismo tiempo, competente para atender las exigencias de la globalización. La sociedad colombiana, como todas, con especificidades y rasgos exclusivos exige el desarrollo de una ingeniería suficientemente versátil para fundamentar un mejor nivel de vida para todos, con un continuo de formación y práctica que disminuya la brecha ampliada por la tecnología, brecha redundante en injusticia social y factor permanente de conflicto.
COMPROMISO SOCIAL
La ingeniería tiene un enorme compromiso social por cuanto utiliza cuantiosos recursos comunes y afecta con sus procesos, resultados y residuos la calidad de vida de importantes grupos de población. La credibilidad y confianza que la sociedad tiene en la ingeniería, y en los ingenieros, es un factor esencial de desarrollo profesional y crecimiento del capital social. La atención de los compromisos con las necesidades no resueltas de la sociedad y con las exigencias impuestas por la competencia internacional y la globalización reclaman, tanto de los procesos de formación de los ingenieros como de las prácticas y ejercicios de la ingeniería, la búsqueda permanente e irrenunciable de los más altos niveles de calidad. Por supuesto, tan elevados referentes cualitativos constituyen un desafío que las instituciones de formación de ingenieros, los gremios y la sociedad n general deben perseguir sin limitaciones, a partir de una plataforma de calidad conformada por requisitos mínimos cuyo respeto debe ser exigido, sin concesiones, como única manera de construir, preservar y consolidar una ingeniería de alta credibilidad que pueda ser invocada como respaldo para el desarrollo nacional.
Esta ingeniería además del compromiso social incluye la responsabilidad por la actualización permanente, la racionalización de las decisiones y la sostenibilidad ambiental de los productos, procesos y servicios. Sin fundamentación científica, diálogo con sus pares en el mundo, solvencia en el diseño – entendido como la capacidad de propuesta de alternativas de solución para enfrentar problemas complejos y débilmente estructurados, en medio de limitaciones de recursos y bajo presiones políticas y sociales derivadas de las condiciones locales y regionales – las expectativas de la sociedad difícilmente podrán satisfacerse y la inversión de tiempo y recursos personales, familiares y sociales no estará compensada por un ejercicio productivo, calificado y competente de la profesión.
La ingeniería, convertida en damnificada de las deficiencias estructurales de la sociedad colombiana y reflejo de la ausencia de continuidad en las políticas de apoyo al crecimiento sostenido de los sectores productivos, tiene un significativo compromiso con la generación de empleo. Excluyendo los antiguamente llamados territorios nacionales y de acuerdo con cifras oficiales, en septiembre de 2000 se contabilizaron más de 3 millones de desempleados. En el corto plazo no parece posible reducir estas cifras y cualquier pronostico consolador no puede ignorar plazos inferiores a cinco años para alcanzar algún repunte significativo; sobretodo si se considera que en los próximos cinco años se incorporarán a la fuerza laboral del país unas 2.200.000 personas adicionales.
Para absorber esa nueva fuerza laboral, bajando además la tasa de desempleo, lo primero que debe hacer el país es un esfuerzo de crecimiento muy considerable, acompañado además de un escenario de paz y orden que supone la superación del conflicto armado, acompañado de una notable expansión del servicio educativo que incluye una ampliación de la cobertura en el nivel secundario, para sustraer del mercado laboral a 300.000 personas y el montaje de un sistema de crédito educativo para que los bachilleres pobres puedan ingresar a la Universidad, programa a través del cual podría retirarse de la fuerza laboral un número aproximado a las 75000 personas en el quinquenio.
ASPECTO SOCIAL
Combatir el desempleo con el crecimiento del sector educativo simplemente para diferir los problemas de la producción y el empleo, sin promover el acercamiento de la universidad, formadora de los ingeniero, con el sector productivo; perdiendo de vista una estrategia de crecimiento y desarrollo, convertiría los subsidios e inversiones en educación, incluida la educación en ingeniería, en un simple insumo para paliar, temporal y parcialmente, los problemas nucleares de la sociedad.
La combinación de crecimiento incontrolado de ofertas de formación de discutible calidad y el panorama de crisis económica que soporta el país desde hace varios años, ha hecho mella en la calidad de vida de los profesionales de la ingeniería, reduciendo sus ingresos reales, llevando a la desaparición a numerosas firmas incapaces de competir en los contratos de concesión cuyas cuantías excluyen a la mayoría de empresas locales. A este cuadro deben agregarse los efectos de la corrupción generalizada en el país, que en el caso de la ingeniería – en un proceso letal y silencioso – encarece los productos, obras y servicios mientras disminuye hasta niveles reprochables la calidad de los mismos; y la debilidad del reconocimiento y respaldo para la ingeniería nacional por parte de las autoridades responsables del gasto público, algunas de las cuales han negado el acceso de los ingenieros nacionales al trabajo, usando como excusa la búsqueda de eficiencia y seriedad – atributos no siempre demostrados en la práctica – de las firmas extranjeras y ahondando la crisis de la ingeniería colombiana.
Los ingenieros han perdido, de manera paulatina y por distintas razones, credibilidad y confianza de la sociedad; y la profesión, antiguamente fuente de prestigio y reconocimiento, apenas sirve ahora como carta de presentación para competir, en condiciones no siempre apropiadas, por empleos escasos en actividades de bajo perfil tecnológico. La sumatoria de baja calidad en la formación, dificultades de acceso a empleo o proyectos productivos, escasez de recursos, exposición a prácticas ilícitas y debilidad o inexistencia de políticas de apoyo al trabajo profesional producen un preocupante cuadro, agravado por la creciente presencia de firmas extranjeros beneficiarias, por su trayectoria y solidez o por el respaldo, franco o embozado, de sus respectivos gobiernos, de los proyectos en los cuales se invierten los recursos públicos.
Revertir este conjunto de factores negativos, para alcanzar un escenario de franca recuperación académica, gremial, económica y social, es una tarea que debe comprometer los esfuerzos colectivos, en un ambiente de seriedad, rigor, compromiso y, sobre todo, persistencia. En las condiciones descritas abordar, parcial o superficialmente, el complejo problema de la ingeniería y los ingenieros puede conducir a contingencias de alto riesgo moral, como producto de las cuales la situación empeore. Se precisan entonces intervenciones sostenidas en las dimensiones académicas, éticas, económicas y políticas cuyo conjunto recupere el control social sobre la formación, desempeño y responsabilidad de los ingenieros.
En materia de desarrollo normativo dirigido a la formación de ingenieros, la velocidad legislativa no ha estado sincronizada con la expansión de la oferta de programas de ingeniería y ese rezago permitió un desbordamiento de títulos que no estuvo acompañado de niveles mínimos de calidad y pertinencia. De una manera paradójica, en una época caracterizada por los malos resultados y las oscuras perspectivas del ejercicio profesional, ofrecer programas de ingeniería de dudosa calidad y discutible pertinencia social parece haber sido la única práctica altamente rentable. La política educativa tradicional, particularmente en lo que a la educación superior se refiere, ha sido deficitaria en términos de vigor, continuidad y rigor en los análisis previos; así como en el seguimiento de los procesos y la evaluación de resultados.
PANORAMA
El panorama normativo posterior a la Constitución de 1991, conservó rasgos de incoherencia intersectorial y acusó la ausencia de voluntad política para intervenir decididamente en defensa de la juventud usuaria del servicio público de educación superior. Las recientes disposiciones gubernamentales relacionadas con el establecimiento de estándares de calidad en programas académicos de pregrado en ingeniería, consideradas como componente de un esfuerzo social para establecer referentes para una política de Estado en materia de educación superior, pueden ser indicios de un serio programa de recuperación de la calidad como centro de gravedad de la oferta educativa, y si la movilización social conserva su dinámica, habrá razones para esperar el advenimiento de una ingeniería a la cual la sociedad colombiana pueda confiar tanto el análisis y la solución de sus viejos problemas estructurales, como el diseño creativo e innovador de propuestas de inserción calificada en el mundo y sus nuevos desafíos científicos y tecnológicos.